Cada año habitantes de Pomuch,
Campeche, van al panteón para desenterrar y limpiar los
restos de sus familiares, y cambian las telas en que están envueltos. Este
rito, explican, sirve para acicalarlos antes de que visiten las ofrendas de
muertos
No les da miedo, al contrario: la
limpieza de los huesos y del cráneo es motivo de convivencia familiar y ocasión
para recordar anécdotas del finado.
A sus 80 años, Magdalena Che
Escamilla recuerda que sus abuelos le inculcaron esta costumbre y desde niña va
cada año al panteón local, de apenas 50 metros cuadrados, que guarda como
tesoros cajas de madera con los restos óseos de pomuchenses.
“Cada año vengo a bañar y a
cambiar de ropa a mi esposo. Es una costumbre que no podemos abandonar”, comenta
mientras saca de la caja un mantel que envuelve los restos de su marido.
Explica que la limpieza de los
huesos equivale a bañar al ser querido, y el mantel en que se envuelven sus
restos es la ropa que vestirá todo el año.
Este costumbre se practica desde
hace siglos, del 26 de octubre al 2 de noviembre. Así, cuando los difuntos
vuelven para comer pibipollo (tamal de pollo horneado bajo tierra) están bien
aseados y presentables.
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Pero no todos limpian
personalmente los huesos. María de la Cruz observa cómo Gregorio se afana en
ese trabajo. A cambio de 20 pesos, el hombre sacude con una brocha el polvo de
los huesos de quien era suegra de María.
“Hay mucho trabajo por estos
días, porque la gente que ya no vive en Pomuch me contrata para bañar y vestir a
sus difuntos”, explica Gregorio mientras cambia el mantel que guarda unos
restos, el cual tiene bordado el nombre del finado. “Dicen que si no vienes a
limpiar los huesos (los muertos) se te aparecen en sueños, pues las almas no
quedan tranquilas”, añadió.
Con amor, Ismael y su esposa,
Gloria, limpian uno a uno los restos de su bebé. Murió hace ocho años “de una
enfermedad”. Sus miradas revelan enorme tristeza.
Carlos Yam, presidente de la
asociación civil Maya Kin, dijo que esta costumbre se está perdiendo porque los
jóvenes se niegan a acudir al cementerio a desenterrar a los muertos. El
organismo preparó una semana cultural en el parque principal de Pomuch, donde
se instalaron altares y un cementerio simulado.
“Queremos que este rito, único en
el mundo, se inscriba en la lista de herencias culturales intangibles de la
humanidad, de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la
Ciencia y la Cultura (UNESCO), como la celebración del Día de Muertos”, señaló
Yam. Los familiares deben esperar al
menos tres años después del fallecimiento para que las autoridades les permitan
celebrar el rito.
El primero de noviembre los
deudos instalarán en sus casas altares con frutas, dulces, panes, flores, velas
y fotos de los difuntos, para quienes también cocinarán el pibipollo.
Con información de: La Jornada
Comentarista de Turismo Mundial.
Dedicado a reseñar destinos e industria turística